“De manera que ya no son dos, sino uno solo” (Mateo 19:6)
En la historia de la humanidad se han escrito un sinnúmero de poemas, canciones y libros sobre el amor. Hoy en día, vivimos en un mundo donde el amor conyugal se ha convertido en un simple sentimiento, pasión, atracción o romance. Sin embargo el amor entre un hombre y una mujer, el amor de una pareja, es mucho más que un sentimiento pasajero.
El amor de esposos es un compromiso, o mejor dicho, una alianza matrimonial. Una alianza es mucho más que un contrato, es un lazo que nos une hasta la eternidad. “Por eso deja el hombre a su padre y a su madre y se une a su mujer, y se hacen una sola carne” (Gn 2, 18-25). Dios nos creó compañeros de vida, para que nos complementáramos y nos ayudásemos mutuamente a alcanzar la santidad. Lastimosamente, muchos matrimonios, al caer en la monotonía del día a día, con las dificultades que se presentan, el estrés del trabajo y la crianza de los hijos, se dan por vencidos y fácilmente se olvidan de las promesas matrimoniales que hicieron el uno hacia el otro ante Dios. Es importante recalcar que el matrimonio es un compromiso diario, porque si solamente lo calificamos como sentimientos, pierde el verdadero su significado. Los sentimientos pueden ser pasajeros, pero una alianza es eterna. Vivimos en un mundo donde las cosas se han vuelto desechables: los bebés en los vientres de sus madres, los ancianos, los matrimonios, etc. En este país actualmente se debate el verdadero significado del matrimonio y nosotros como católicos cristianos no podemos quedarnos con los brazos cruzados, hemos de salir a la lucha y defensa de las verdades básicas de la fe. Nuestros hogares se deben convertir en tabernáculos, y como tanto, debemos de cuidar y defender a nuestras familias. No podemos darnos por vencidos tan fácilmente ante las dificultades y altibajos que conlleva la vida conyugal. Sólo con Cristo al centro de nuestras vidas podemos sobrellevar y superar esas nubes negras que se presentan.
Pidámosle pues al Señor que nos dé fuerza para superar las adversidades, que nos haga mejores esposas y esposos, para que podamos ser ejemplos de un amor verdadero para nuestros hijos, demostrándoles que el amor es mucho más que un sentimiento, más bien es un compromiso diario: “Yo, NN, te recibo a ti, NN, como esposo y me entrego a ti y prometo serte fiel en la prosperidad y en la adversidad, en la salud y en la enfermedad, y así amarte y respetarte todos los días de mi vida.”
Lía Salinas reside con su esposo y dos hijos en Virginia y ha sido coordinadora de catequesis en parroquias por más de 15 años, actualmente es la coordinadora de la catequesis hispana para la Arquidiócesis de Washington, DC.